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Cesare Pavese: el fracaso y la gloria (En el centenario de su nacimiento)

Miguel Espejo
El suicidio de Pavese en 1950, sacudió a todos los ambientes intelectuales de Italia. Se lo consideraba en el pináculo de su carrera, de su producción artística y todavía no había cumplido los 42 años, lo cual hubiera sucedido el 9 de setiembre. Se puede observar en Pavese una acentuada conciencia de su propia valía y una excesiva confianza en su “genialidad”, que no lo preservó de precipitarse en el suicidio y que, por el contrario, constituye el reverso casi ineludible de una exaltación maníaca.
Unos pocos meses antes de su muerte, en el borrador de una carta a la actriz norteamericana Constance Dowling, escribió una frase que luego no remitiera: “I' ll probably be, in a hundred years, the only name of Italy today”. Considerar que se va a ser, en un siglo, el único nombre de la Italia de ese momento, no es poca cosa cuando tenía al lado a poetas de la estatura de Ungaretti, de Montale, a un autor anterior como Pirandello o a su contemporáneo Carlo Levi. ¿Un ataque de megalomanía para compensar su depresión? ¿Una muestra de su importancia para cautivar a la destinataria? ¿Un juicio certero?
Una frase no enviada no puede constituir un fundamento sólido a partir del cual apreciar la obra de Pavese. Pero a veces son justamente los escritos marginales, una frase escrita y luego dejada de lado, los que mejor sirven para iluminar una obra en toda su dimensión. La aparición de sus cartas en 1966, en la edición preparada por Lorenzo Mondo e Italo Calvino, ha permitido que nos pudiéramos adentrar cada vez más en la intimidad del escritor, sin que esto asegure automáticamente una mejor comprensión de la obra. La publicación de su diario, II mestiere di vivere, apenas dos años después de su muerte, había dejado al desnudo numerosos aspectos de la personalidad de su autor. Una soledad insalvable, orfandad real y metafísica, una férrea dedicación al trabajo parecen haber sido los ejes principales de un poeta que supo desde muy joven que Trabajar cansa.
Cuando Pavese se encuentra elaborando el poema “Los Mares del Sur” afirma que es lo mejor que se está haciendo en la Italia de ese tiempo. La primera publicación de sus poemas-relatos, que rompen de manera notoria y notable, con las tendencias herméticas predominantes, se efectuó en 1936, cuando Pavese no había cumplido todavía los 26 años, pero el texto databa incluso de un tiempo antes. El autor se ve obligado a realizar las correcciones del libro y de las galeras por correspondencia, ya que había sido confinado a Calabria por el gobierno fascista, después de haber sufrido algunos meses de cárcel. El poema, sin duda, tiene momentos de espléndida belleza. Los versos "Algún antepasado nuestro habrá estado muy solo / -un gran hombre entre idiotas o un desdichado loco- / para enseñar a los suyos tanto silencio" son impecables y reflejan el agudo sentimiento de orfandad que padecía el poeta.
En el pueblo al que se lo ha confinado, Pavese comienza a inquietarse por la demora en la impresión del libro. Sin un ápice de ironía le escribe a su amigo Mario Sturani: "...no estoy muy convencido que el libro vaya a salir. Cuando un hombre escribe las más hermosas poesías del siglo el calvario ha de ser más largo." Catorce años después, con desprendimiento. escribe en El oficio de vivir: "Sabía lo que quería y sé lo que vale ahora que lo tengo. No quería esto solamente. Quería continuar, ir más allá, comerme otra generación, volverme perenne como una colina."
¿Cuál ha sido finalmente el destino de su obra, cuál ha sido su peso y su presencia en las letras italianas? ¿Hay un antes y un después de Pavese? Se puede señalar ya que la valoración que Pavese tenía de sí mismo no era producto de un arrebato juvenil, como lo prueban los textos citados.¿Esto formaba parte de la ridiculez y de lo grotesco que a Pavese le gustaba fomentar? ¿Otro rasgo del vicio absurdo o, más adecuadamente, la inserción en un territorio que se podría llamar tentativamente el fracaso de la gloria? El fracaso de la gloria
Después de la publicación de Bajo el Volcán, Malcolm Lowry escribió un poema, cuyo primer verso, significativamente, dice: "El éxito es una especie de terrible desastre". Por su parte, Borges ha consignado que "la fama es la mayor de las incomprensiones, si no la peor". En el texto que Cioran escribiera sobre Borges, se subraya esta perspectiva: "La desgracia de ser reconocido se abatió sobre él. Merecía algo mejor: haber permanecido en la sombra, en lo imperceptible, seguir siendo tan inapreciado y singular como un matiz." ¿Es acaso esta dimensión la que comenzó a atormentar a Pavese unos meses antes de su muerte, cuando recibiera el premio Strega acompañado por Doris Dowling?
La relación de un autor o de un artista con sus propias realizaciones y con su obra en general es ambigua de un modo múltiple. El fracaso no está nunca en el mismo lugar que para el hombre común. La gloria tampoco se siente de la misma forma, máxime cuando el reconocimiento, a fuerza de best-sellers y de la impudicia del mercado, se ha transformado en la prueba de no ser lo suficientemente grande.
La apertura de Pavese en dirección a la literatura norteamericana ha sido en extremo beneficiosa para los lectores italianos. El mismo efectuó la traducción de Moby Dick y de Benito Cereno y de muchos otros autores. Una labor verdaderamente enorme, desde que presentara para recibirse una tesis sobre Walt Whitman. Unos pocos meses antes de suicidarse había escrito un artículo por haberse cumplido el centenario del nacimiento de Stevenson.
Además de sus trabajos y traducciones sobre literatura norteamericana está toda la actividad desplegada en la editorial Einaudi Allí animó, directa o indirectamente, la publicación de un vasto material que analiza, desde una perspectiva innovadora, el problema del mito, que tan importante se revelará a la hora de escribir Diálogos con Leucó, donde el diálogo y lo poético se encuentran unidos por un fondo mítico.
Ahora bien, estos trabajos conciernen más a los aspectos generales de la cultura italiana que a su evolución artística. Poco meses antes de morir, exactamente el 22 de marzo de 1950, escribirá su famoso poema Verra la morte e avra i tuoi occhi, con cuyo título quedaron agrupados los otros poemas de ese período. Los primeros versos del poema revelan a un gran artista, que ya se encontraba consumiéndose a sí mismo: "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos / -esta muerte que nos acompaña / de la mañana a la noche, insomne, / sorda, como un viejo remordimiento / o un vicio absurdo." Justamente, II vizio assurdo se llamará el ensayo de corte biográfico que le dedicara su amigo Davide Lajolo en 1960. Prácticamente toda su producción de ese período (si prescindimos de sus guiones cinematográficos) está embebida de la mítica tragedia que precede a la muerte.
El ascenso de Pavese hacia un sitio privilegiado en la literatura italiana fue continuo y sostenido. En 1940 publica todos los cuentos incluidos en Noche de fiesta y en Feria de agosto. Más otros relatos inéditos, bajo el título general de Racconti. En 1947, los Diálogos; en 1949 La bella estáte, que agrupa las novelas cortas "El hermoso verano", "El diablo sobre las colinas" y "Entre mujeres solas". La casa en la colina y La luna y las fogatas también son novelas publicadas por esa fecha (la última es de comienzos de 1950). Estamos lejos de ese muchacho que a los 20 años le escribía a Tulio Pinelli: "en verdad estoy a punto de hacer hermosas poesías".
Las contradicciones siempre se instalan entre aquel que es sumamente exigente con la obra, que no vacila en sacrificarle todos sus recursos personales y vivenciales, y el que juzga los resultados obtenidos. En el caso particular de Pavese, ha fluctuado desde muy joven, en la época que pensaba emigrar hacia los EEUU. al menos provisoriamente, entre el movimiento y el reposo, entre la pertenencia a un país, a las landas, y el extrañamiento. En el poema “Fumadores de papel”, escrito a sus 24 años, consigna: "Si al menos pudiéramos irnos,/ pasar libremente hambre, responderle que no / a una vida que emplea el amor, la piedad,/ la familia, el pedazo de tierra, para atarnos las manos." La tensión entre las exigencias del arte y el simple desarrollo cotidiano de la vida ha sido de tal magnitud, desde el Renacimiento fundamentalmente, que casi ningún artista de nuestro tiempo ha podido permanecer indiferente a esta problemática.
En la última de sus novelas, el narrador, huérfano, concluye que "un pueblo hace falta, aunque solo sea por el gusto de marcharse de él". Así como algunos países han sido marcados de un modo sustancial y visible por las corrientes inmigratorias, Italia ha sido sacudida por la emigración. Los estudios sociológicos y demográficos coinciden en afirmar que, habitualmente, los emigrantes son originarios de las capas más dinámicas de un país: en consecuencia, el vacío que dejan es perceptible y se manifiesta en múltiples signos que Pavese, desde “Los Mares del Sur”, ha intentado develar.
Cuando se encontraba confinado, a pesar de las enormes repercusiones íntimas que tal situación conlleva, Pavese estaba todavía lleno de ánimos y solicitaba libros sin cesar. "Recuerda que mis curiosidades van de la exégesis bíblica a la novela policial, pasando por la lírica japonesa, el ocultismo, los textos de lengua y los epistolarios amorosos. Mi único desinterés -ab eterno y hablo con la mano en el corazón- la literatura política", le escribe a Alberto Carocci. Ni los terribles acontecimientos de ese período, ni su afiliación al Partido Comunista italiano lo harán desistir de sus convicciones estéticas. Un simple gesto de conciliación: publica II compagno al mismo tiempo que Diálogos con Leuco.
Que esta rica producción no pueda ser medida en términos de éxito o de gloria está en el orden mismo de las cosas. Para un arte y una literatura que ya no saben dónde se encuentran sus fundamentos, el reconocimiento o el éxito se vuelven muy poca cosa. Por otra parte, la cultura humanista, en sus vertientes griega y latina, estaba demasiado presente en Pavese como para que intentara engañarse con la eficacia de la "literatura comprometida" o un arte consagrado a los aspectos inmediatos de la historia. Es más bien lo contrario, su ultima producción está llena de elementos míticos hasta el punto que ha podido hablarse de un realismo simbólico en Pavese. En el diálogo entre un mendigo y Edipo ya ciego, intitulado "La calle", le dice el segundo "que aun el deseo de huir del destino es también destino". Si el destino de Pavese, en esta perspectiva, no era la gloria sino el fracaso, ¿cómo hubiera podido sustraerse a tal dimensión?

El imperio del fracaso
La trayectoria de Pavese ha sido definida por Dominique Fernández como "la experiencia de fracaso más ejemplar de nuestro tiempo". ¿No podrían emplearse términos similares para resumir las experiencias de Malcolm Lowry o de Francis Scott Fitzgerald? Cloran, para volver a él, que se ha entregado en numerosas oportunidades a la furia del fracaso, en La tentación de existir llega a esta conclusión: "Fracasar en la vida, esto se olvida a veces demasiado pronto, no es tan fácil; se precisa una larga tradición, un largo entrenamiento, el trabajo de varias generaciones." Nietzsche decía ya en Ecce Homo algo singularmente parecido. ¿Y acaso el significado profundo de los versos citados de “Mares del Sur” no es el mismo?
Por cierto, fracasar en la vida no es exactamente lo mismo que fracasar en literatura. Las referencias, por fuerza, serán de un orden muy diferente. Sin embargo, ¿no es posible que el fracaso en la vida de un artista esté en el origen de sus logros artísticos? En un plano distinto, hablando de Bolívar, señalé que él había conocido la devastadora acción de los sueños incumplidos. De ahí su trágica grandeza: la grandeza del fracaso. ¿El fracaso en la historia, en la vida personal o en el arte no están unidos por sólidos vasos comunicantes?
En un trabajo de esta naturaleza se vuelve imposible analizar en profundidad el significado de la obra narrativa de Pavese, su aporte a la narrativa contemporánea y su relación con las novelas de Vittorini, Basani, Moravia, el mismo Calvino, que tanto trabajara en la obra póstuma de Pavese, o más modernamente Leonardo Sciascia o con la única novela de Lampedusa. Tampoco cabría establecer en unas pocas líneas los lazos de la poesía pavesiana con la producción de un Quasimodo, un Montale o Ungaretti. El mismo Pavese oscilaba entre una profunda confianza por su obra y una distancia por ella. "Es un flaco consuelo -le escribe a Doris Dowling- ser un genio; para mí sería mejor ser un gato en New York, una golondrina en Maine, un hormiga bajo el pavimento de cierta casa en California, etc. Un asno sí soy, con absoluta seguridad." ¿Munidos de qué valores convalidar o rechazar esta afirmación? Ante las confesiones íntimas de un autor más vale permanecer en silencio.
Mucho se ha escrito acerca de su relación con Connie Dowling y su deslizamiento hacia el suicidio. Pero el mismo Pavese había advertido en su diario que "uno no se mata por el amor de una mujer. Uno se mata porque un amor, cualquier amor, nos revela nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestro desamparo, nuestra nada." Intentar fundir, en el mundo moderno, la vivacidad del amor con la sabiduría del mito es una tarea consagrada al fracaso. Tal vez Pavese hizo la prueba a pesar de saber de antemano que sobrevendría el fracaso. En 1942 le escribió a Fernanda Pivano: “Un mito hace falta. Hacen falta mitos, universales, fantásticos, para expresar a fondo y de manera inolvidable esta experiencia que es mi lugar en el mundo." Ocho años después le escribiría a C. Dowling, en un registro completamente distinto, "los poemas vinieron contigo y se van contigo".
El mito transmutado en mujer es engañoso y casi nunca sobrevive como tal. En el relato "Final de agosto" podemos leer: "ahora ya no podía perdonarle más ser una mujer, una que transforma el sabor remoto del viento en sabor de carne". Con tal convicción, ¿qué mujer de carne y hueso hubiera podido prestarle ayuda al narrador? Mucho antes, en un rapto de confidencia, le había manifestado a su amigo Tullio Pinelli: "has de saber que soy casi impotente, que mi carácter es muy vil, que soy mentiroso, ladrón, envidioso y afectado, oportunista, molusco, servil, estúpido y presuntuoso. ¿Basta con esto? Y anota que todos estos atributos no son colores retóricos..." Pavese? al parecer, se complacía en señalar sus aspectos negativos y al mismo tiempo exigía una entrega sin límites.
Los últimos días tuvo una relación con una muchacha llamada Pierina y a ella le escribe una de las cartas más hermosas de este período final.
Pavese habla desde un lugar en donde ya no hay redención posible. "¿Puedo decirte, amor, que nunca me he despertado con una mujer a mi lado, que cuando amé. nunca me tomaron en serio, que ignoro la mirada de reconocimiento que una mujer dirige a un hombre? No se puede quemar la vela por los dos cabos en mi caso la he quemado toda por un solo lado y las cenizas son los libros que he escrito.” Profundo conocedor de la literatura norteamericana ¿pensaría en los versos de la compañera de Edmund Wilson? Hacia 1920, Edna Millay había escrito un epigrama que la volviera famosa: "Por los dos cabos arde mi vela, / no durará toda la noche; / pero, ¡ah, amigos! ¡Ah, enemigos!/ ¡Que espléndida es su luz!"
Por la misma fecha que escribiera la carta recién mencionada, Pavese anotaba en su Diario: “Nada sumamos al resto. Recomenzamos siempre. Un clavo desaloja a otro clavo, pero cuatro clavos hacen una cruz. Mi parte pública la hice, hice lo que podía hacer. Trabajé. Di poesía a los hombres, compartí las penas de muchos." Antes de escribir su última línea ("Basta. Todo esto da asco. No escribiré más.”) había encontrado la completa desnudez en su agonía de amor. “Los pocos días de maravilla -le escribe a Constance Dowling- que he arrancado a tu vida han sido casi demasiado para mí -bueno, han pasado, ahora comienza el horror, el desnudo horror, y también estoy preparado para eso. La puerta de la cárcel ha vuelto a cerrarse de golpe." En una carta anterior le había dicho: “Te amo. Querida Connie, sé todo el peso -el horror y la maravilla- de esta palabra, y sin embargo te la digo, casi con tranquilidad. La he usado tan poco en mi vida, y tan mal, que es casi nueva para mí."
Pavese ha alcanzado a resumir y a ejemplificar los frutos que pueden obtenerse de la desgracia, cuando se posee la sensibilidad humana y artística que lo caracterizaba. A su amigo Davide Lajolo, el día antes de morir, le pide que relea el diálogo “La fiera" si quería saber lo que en él ocurría. En este diálogo entre Endimión y el Extranjero puede leerse: “Cada uno tiene el sueño que se merece, Endimión. La soledad salvaje es tuya. Pero no deberás despertarte más, recuérdalo." Este fracaso ejemplar ha reposado sobre una gloria que, en el fondo, le era absolutamente indiferente.

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