Marcelo Lagos*
La revista à tuvo por varios meses en primer lugar de su listado de best seller, en el rubro de no ficción, el libro de Felipe Pigna Los mitos de la historia argentina. La construcción de un pasado como justificación del presente.
(Buenos Aires, Norma, 2004. 423 pags.)
Hoy, el segundo tomo se destaca en idéntica posición. Mas allá de los intereses que pueda tener esta revista en publicitarlo, ya que su autor es miembro del staff de Radio Mitre que pertenece al mismo grupo multimediático, lo cierto es que hacia fines del pasado año ya iba por la undécima edición. Aunque en estos casos el tema de la mercantilización de la producción bibliográfica es de suma importancia, y merecerÃa una reflexión aparte, vamos a centrar nuestro comentario en la obra en sÃ.
Pigna falla de entrada en dos aspectos fundamentales que tienen relación directa con el tÃtulo de la obra. En primer término no explica qué entiende por mito, ni cómo éstos influyen supuestamente en el colectivo como representaciones simbólicas del pasado. Para el autor, la construcción de los mitos históricos parece reducirse a una elaboración hecha desde la escuela y los manuales, allà nacen y se reproducen las ideas que por generaciones han repetido. Nadie pone en duda el papel de la escuela como propagador de un imaginario respecto del pasado ¿Pero allà se construyen los mitos? ¿Las ideologÃas, los intelectuales, el Estado, no tienen nada que ver con el asunto?
Al no haber una reflexión sobre lo antes dicho, los mitos de Pigna se limitan a cosas intrascendentes: si eran más o menos los marinos de origen presidiario en el primer viaje de Colón, si habÃa o no paraguas el 25 de mayo en la Plaza de la Victoria. Por no quedar bien perfilado de entrada el tema aglutinador, la obra parece compuesta de partes sueltas, sin mayor conexión ni cronológica ni temática, tal como si se tratara de programas unitarios para ser difundidos en radio o TV.
El otro aspecto no abordado es el que indica el sugerente subtÃtulo: Cómo se construye adrede un pasado para justificar el presente, qué misión cumplen los mitos, cómo se manipula desde el poder el rescate de determinados aspectos y personajes del pasado. Quien se acerque al libro por lo que pregona su tapa se verá defraudado, porque el autor no hace más que intentar desmitificar mitos que no están claros y utilizando conceptos que hace cuarenta o cincuenta años ya expresaron historiadores de la corriente revisionista. Pigna hace una âhistoria naifâ, donde los buenos y los malos aparecen en toda su dimensión. Basta echar una mirada a las primeras páginas para ver con qué ingenuidad describe las culturas aborÃgenes americanas provistas de todas las virtudes humanas y las contrapone a los españoles, encarnación de todos los vicios y males. El maniqueÃsmo en el tratamiento de los personajes se encuentra a lo largo de toda la obra: es la elite contrabandista y enriquecida con el trafico esclavista frente al pueblo sufrido y perdonable en su ignorancia; es Moreno el revolucionario frente al reaccionario Saavedra; es el sacrificado Belgrano contra los intrigantes Rivadavia y Carlos de Alvear. ¿Es necesario caer en este modelo explicativo de opuestos para provocar en los lectores simpatÃa por determinados héroes? A pesar de su propia advertencia en la Introducción ¿no cae en la descripción de personas poco creÃbles por la falta de humanas debilidades?
Predomina en el texto un estilo ameno e irónico, del que echa mano cuando se trata de desprestigiar acontecimientos o personajes. Sin embrago, se nota que el libro está trabajado con ligereza (los tiempos de las editoriales que razonan en función de negocios no dejan margen a textos revisados y pulidos), se repiten conceptos, subtÃtulos, y algunos párrafos contienen hasta cuatro veces una misma palabra. Las citas (que en parte no tienen referencia) son en algunos casos muy extensas y agobian.
Cae en forma recurrente en el anecdotario o nota de color, que seguramente constituye uno de los atractivos de sus charlas radiofónicas. Por ejemplo, a pesar nuevamente de su propia advertencia, sobre que es más conocida la muerte de Tupac Amaru que los motivos de su sublevación, dedica largas páginas a describir con detalle los padecimientos de él y su familia en la Plaza del Cuzco y la posterior repartija de su restos.
En todo momento se quiere dar idea que estamos ante un historiador comprometido y progresista, utiliza el recurso de acercamiento al presente para hablar de corruptos, dictaduras, oportunistas y traidores, para luego retornar al pasado dando ejemplos de cómo estas lacras no son patrimonio exclusivo de nuestros tiempos y que la historia es una fuente inagotable donde encontrar divertidos antecedentes.
¿Qué es lo que busca la gente cuando compra libros de historia argentina? ¿Sólo la anima el âchusmerÃoâ de lo acontecido?¿En verdad creerá que está ante una nueva historia, que aclara cosas, nunca dichas antes? ¿Cuáles son los lÃmites que separan una buena obra de difusión y la mercantilización lisa y llana? Obviamente las respuestas merecerÃan una investigación puntual para saber porqué canales transitan las costumbres de lectura de los consumidores de historia.
Ahora, si la respuesta la diera una de las editoriales que lucran con este tipo de libros, seguramente serÃa: escriba una historia para un gran público, poco exigente en lo literario y de escaso espÃritu crÃtico, que tiene poco tiempo para la lectura y generalmente lo hace en forma fraccionada, resalte la nota de color (si es truculenta o escandalosa mejor) y por favor no toque ni sea crÃtico con los grandes mitos.
*Unidad de Investigación en Historia Regional. UNJu
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