En 2010 se celebra el segundo centenario de la independencia de España. Para 1810, la efervescencia republicana habÃa rebasado las contenciones que la monarquÃa impuso durante la colonia. La lucha duró varios años desde entonces, pero la ruptura con España era irreversible a partir de aquel año.
La celebración tiene connotaciones complejas, pues muestra trastornos que demuestran que nuestra democracia, cuando realmente se ejerce como voluntad del pueblo, disgusta a las grandes potencias. Apenas iniciado el año, un devastador terremoto asoló la más empobrecida de nuestras naciones, HaitÃ. Pero, al mismo tiempo, el avance de nuestros pueblos alarma a los poderosos como un grave peligro para su seguridad, y, en consecuencia, arman campañas para intentar, una vez más, derrocar al presidente Hugo Chávez en Venezuela o al presidente Evo Morales en Bolivia. El bicentenario se vuelve tenebroso con la movilización de tropas estadounidenses que llegaron a Haità -sÃ, la misma Haità asolada por un terremoto- en son de conquista.
El bicentenario no es, pues, una celebración; más bien tiene el carácter de una confrontación. La respuesta de nuestros paÃses en Cancún, frente a tales intentos, ha sido sólida. Se conforma la comunidad de Nuestra América, como un frente unido contra la polÃtica de los poderosos. Cancún ha dado un claro mensaje: No se apropien de HaitÃ. Es nuestra hermana y vamos a defenderla. Dijo también, muy claramente: No aceptamos los golpes de estado, actuaremos contra cualquier intento como el ocurrido en Honduras.
Tan fuerte ha sido el mensaje, que el gobierno de Washington envÃa, rápidamente, a su principal representante para intentar desenlazar la unidad lograda en Cancún. Porque, mientras Hillary Clinton recorre Nuestra América, los afanes golpistas recrudecen en Venezuela y una campaña de conspiración económica está en pleno desarrollo en Bolivia. El bicentenario ¿se celebra en un año crÃtico? o, más bien, ¿se fomenta un ambiente de crisis a propósito del bicentenario? Puede ser esto último, pues asà se dio al cumplirse doscientos años de la independencia de HaitÃ, en 2004.
âEn efecto, el 15 de diciembre (de 2003) fue un dÃa muy movido. Andy Apaid, jefe de la «oposición» al presidente Aristide, organizó una serie de manifestaciones esporádicas en las que unos cuantos infelices quemaban tres tristes neumáticos por unos pocos dólares para mayor satisfacción de los periodistas franceses a los que Eric Bosc, de la embajada de Francia, llamaba para que fueran a fotografiar el âcaosâ cada dÃa creciente en aquel paÃs maldito gobernado por un âasesinoâ, un âtraficante de drogaâ y âpsicópata perversoâ.
Eran esos los epÃtetos que utilizaba la prensa francesa contra el primer presidente democráticamente electo en HaitÃ. Un periodista llegó incluso a escribir en Le Figaro: âEl fracaso de Haità demuestra la incapacidad de los pueblos negros de gobernarse a sà mismosâ. Nadie contradijo aquello.
Claude Ribbe, periodista y exitoso escritor francés, hace ese relato impactante de los preparativos golpistas que, a cargo de un grupo francés, con el apoyo del gobierno de EE.UU., se hacÃan entonces, para derrocar al presidente Bertrand Aristide. Dice que, en efecto, el 15 de diciembre fue un dÃa muy movido, porque dos semanas antes, le dijeron, en tono pretencioso, que aquel dÃa no llegarÃan ni saldrÃan vuelos de Puerto PrÃncipe.
Este periodista nos entrega un relato pormenorizado de aquel golpe de estado, a propósito del terremoto que asoló HaitÃ. Su largo relato, comienza con esta curiosa, curiosÃsima reflexión:
          â¡Yo lo sabÃa! SabÃa muy bien que el olor emanando de los cadáveres de Haità en descomposición atraerÃa [al escritor francés] Régis Debray, el hombre que cree que el Sr. Villepin [antiguo Primer Ministro del presidente francés Chirac] será coronado emperador de los franceses en marzo de 2012â. Si recordamos que Debray fue condenado a 30 años de cárcel, pese a que delató la presencia del Comandante Ernesto Che Guevara en Bolivia, nos preguntamos: ¿qué hace en Haità el sexagenario intelectual francés? Ribbe nos saca de dudas rápidamente con una extraordinaria revelación: en aquel 2004 del bicentenario haitiano, Regis Debray fue encargado por su gobierno, para organizar y llevar a cabo un golpe de estado contra el presidente haitiano Aristide. Como ya vimos, la conspiración comenzó con una campaña de prensa.
¿Por qué se calumnió y luego se sacó de la cama a Aristide?, ¿qué razón habÃa para temer a un sacerdote? La coincidencia es muy grande con sucesos de nuestros dÃas. Pero, la razón profunda, era la demanda que habÃa iniciado el presidente Aristide, ante tribunales internacionales, para que Francia devuelva la multimillonaria suma de dinero que le hizo pagar a tÃtulo de indemnización por su independencia.
Regis Debray, en persona y acompañado por la hermana del primer ministro Villepin, armaron la conspiración pero, por supuesto, no podÃan dar un golpe de mano por sà solos. El señor Ribbe explica cómo se realizó el golpe: âDurante la noche del 28 al 29 de febrero de 2004, después de una última reunión entre el embajador de Estados Unidos, Foley, y su homólogo francés, Burkard, tropas estadounidenses (y probablemente también francesas) penetraron secretamente en HaitÃ. En medio de la noche, Luis Moreno, jefe de la CIA en Puerto PrÃncipe, se presentó en el domicilio privado del presidente Aristide con una veintena de hombres de las fuerzas especiales. Varias decenas de soldados, armados con fusiles equipados de visores láser y sistemas de visión nocturna, asaltaron el lugar. Los estadounidenses obligaron al presidente Aristide y a su esposa a abordar un vehÃculo que los llevó al aeropuertoâ. Asà lo trasladaron a Ãfrica. De esta manera, se consolidó un golpe de estado propiciado por los gobiernos de Bush padre y Jacques Chirac. Era la noche del 28 de febrero de 2004, año del bicentenario de la República de HaitÃ. Entonces, usaron a un señor francés llamado Regis Debray, quien ha vuelto a Puerto PrÃncipe, después del terremoto. Ciertamente que no lo hace para ayudar a la reconstrucción. Debray se ha dedicado a ser agente de destrucción.
En Washington ya no está el señor Bush, pero la polÃtica sigue siendo la misma: cualquier acción es válida para contener la movilización de los pueblos. Lo hicieron en Honduras y, aunque todos los paÃses de Nuestra América, condenaron el golpe y desconocieron el gobierno que instauraron, siguieron adelante.
2010 es el año del bicentenario en Sudamérica. Y aquÃ, en esta región, se intenta repetir la torpe pero efectiva acción golpista. Estamos a tiempo para impedirlo. Los gobiernos de los paÃses que visite la señora Hillary Clinton deben coincidir en darle el mismo mensaje: habrá una reacción conjunta, de todos nuestros paÃses, contra cualquier intento golpista en Venezuela, en Bolivia o en cualquier otra parte.
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