En distintas notas de El Ojo de la Tormenta, La Revista, mi amigo, Ernesto Altea, plantea la dialéctica entre un Jujuy, el de la buena gente que vive del trabajo ây no se sienta a esperar soluciones milagrosas y siembra esperanzas mediante acciones concretas, trabajo genuino, movilización de dinero en la plaza local, aportes constructivos -ejemplo, Shopping Annuar- y otro Jujuy, el del odio y la intolerancia, del desorden, de los âpatoteros pertenecientes a las organizaciones socialesâ que se mueven con âpracticas violentas que ejercen el poder mediante el miedo y traen a la memoria otras épocas cuando las fracturas de la sociedad llevaron a la argentina a una guerra interna cuyas consecuencias aùn sufrimos (SIC)â¦â etc. etc. etcâ¦
Tal planteo -y pido licencia, al amigo Ernesto por lo que voy a decir- me parece reduccionista, tendencioso, limitado, injusto y poco veraz, ya que recrea un conocido slogan de un sector de los jujeños que se ha impuesto poco a poco en parte del imaginario colectivo a través de los medios de comunicación escritos, radiales y televisivos, con la complicidad de la burguesÃa local dueña de esos medios que, obviamente, participan de ese planteo.
Es que tal opinión no va âal huesoâ del problema. Recordemos un poco la historia. Esa opinión de la burguesÃa nació hace unos 240 años en la derecha de la Asamblea Nacional de la Revolución Francesa, que âen el fragor de la locura colectiva-, guillotinaba, violaba, ultrajaba, denostaba y liquidaba hasta los mas elementales razones (para no decir la vida) a fin de consolidar, paradójicamente, tales derechos personalÃsimos de los individuos, comenzando por la propiedad individual, con el slogan de âlibertad, igualdad, fraternidadâ¦.â
Dicho en otros términos, la Revolución Francesa, a sangre y fuego y a través de un bárbaro y compulsivo âterrorâ, impuso en el mundo el pensamiento de un sector de la actual burguesÃa que ahora, en Jujuy, se asombra de algunos desórdenes sociales menores (derivados de una profunda situación de injusticia) que son nada, repito: nada, en comparación con aquellos acontecimientos. ¿O acaso no tenemos memoria? Y todavÃa no hemos hablado de los cruentos acontecimientos de la revolución rusa, china o mejicana donde se intentaron establecer y consolidar los derechos del sujeto colectivo.
Porque aquà no hay que insistir con planteos reduccionistas y falsos sino decir la verdad de los hechos:
Ernesto, la verdad es que he visto a âesos patoterosâ (hombres y mujeres organizados) trabajar hasta 14 y 15 horas del dÃa en cooperativas donde se levantaron ya mas de 4.000 viviendas;
-he visto a esos patoteros, huérfanos de educación y cultura, construir, orgullosos, un colegio para que ellos mismos, sus hijos o sus padres, puedan acceder a la terminalidad educativa primaria y secundaria (y ahora, terciaria) que les fue negada, ya que fueron expulsados del sistema educativo;
-he visto a esos patoteros aportar peso por peso para gozar de un tomógrafo, una pileta climatizada y consultorios para implantes dentales gratuitos;
-he visto a âesos patoterosâ (a su vez hijos de desocupados) dejar de robar en las esquinas intentando conseguir un trabajo en las cooperativas que les permitiera tener una familia digna que pudiera ocupar una vivienda digna dentro de un horizonte de previsibilidad normal y digna;
-he visto a âesos patoterosâ construyendo 18 piletas de natación y un parque acuático increÃble, para que ellos y sus hijos (antes desclasados y excluÃdos) puedan gozar de un lÃmpido chapuzón en los veranos, lejos de los rÃos contaminados por las industrias de las burguesÃa;
-he visto a âesos patoterosâ construir un Centro de Rehabilitaciòn Integral para Discapacitados, para la atención gratuita de chicos pobres e indigentes que nunca aparecen en los diarios ni en la televisión pero que existen ocultos, a veces por vergüenza, en hogares misérrimos;
-he visto a âesos patoterosâ construir cinco fábricas donde trabajan en tres turnos para el engrandecimiento del Jujuy productivoâ¦
-y tengo decenas de ejemplos más del esfuerzo de âesos patoterosâ que, con sus sueldos, movilizan mensualmente el mercado interno jujeño y ayudan silenciosamente a supermercados, corralones, comercios, almacenes, librerÃas y servicios de todo tipo, sin ningún tipo de reconocimientoâ¦
           He visto asimismo a esos patoteros cortar calles, quemar gomas y, alguna vez, también, he visto (a muy pocos de ellos), tirar huevos a los mentirosos de siempre que, con sus acciones, fueron y son directamente o indirectamente responsables de un sistema que ha dado como resultado que esos chicos sigan siendo callejeros sin trabajo, maleducados sin alfabetización, segregados, enfermos, excluidos, discriminados o asaltantes en potencia, sin futuro ni salidaâ¦
-¡Ahora, gracias a los Dioses Andinos y las cooperativas, han recuperado la cultura del trabajo!
A lo mejor usted dirá pero las cooperativas reciben subsidios de la naciónâ¦y yo le diré si, el mismo tipo de subsidio que recibió y recibe de la provincia el señor Annuar Jorge (con todo el respeto que me merece), para terminar su Shopping en pago de publicidad estatal y destinado no a miles de cooperativistas para paliar la desocupación sin para engrandecer a Jujuy con un edificio monumental de su propiedad ¿No es cierto? Y qué podemos decir de un reciente juicio millonario que ha beneficiado, individualmente, a un respetado dueño de un conocido multimedio?
Y en cuanto a los huevos, querido Ernesto, esos chicos no han tenido una familia que les haya enseñado a disentir con buenos modales o bailar el minué, no han tenido una educación como la suya o la mÃa, no provienen de colegios religiosos ni del nacional nº1, entonces la justa evaluación de tales acciones es tan relativa como la realidad mismaâ¦
Asà que, amigo Ernesto, la verdad es que los problemas de convivencia dentro de una comunidad, sea jujeña o de cualquier paÃs civilizado, son una cuestión muy compleja, tiene causas socio-económicas (y hasta culturales) profundas que no son fáciles de catalogar ni separar en dialécticas inadecuadas y slogans que tienden a dividir a las sociedades y crear mas odios y diferencias que las ya existentes y que, francamente, no fueron provocadas por âesos patoterosâ.
Kush decÃa que los pueblos originarios (y sus descendientes de piel oscura) vivÃan en una suerte de âEstarâ en la espera. Hoy el ciclo ha cambiado; para decirlo filosóficamente, los chicos de piel oscura -descendientes de aquellos pueblos originarios- quieren vivir, sin obstáculos, en el âSerâ de su plena manifestación existencial.
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