Tres y treinta minutos. El mundo se desbarranca.
Tres y treinta y un minuto, el mundo rueda cuesta abajo. Tres y treinta y seis minutos, el mundo choca y estalla.
Tres y cuarenta y cinco minutos, el mundo se hunde.
Tres y cincuenta y cinco minutos, Marina es una sirena.
En el sueño, Marina es un ser mitológico.
Tiene voz y emite un canto capaz de hipnotizar a los marineros. Se siente poderosa. Por primera vez, con un solo coletazo se aleja de las manos calientes que la tenÃan sofocada por el cuello desde que tiene memoria. Ahora ya no necesita abrir la boca para que entre el aire, para atisbar la breve libertad del yugo en sus labores porque una brisa húmeda se cuela por sus agallas que flamean suavemente al ritmo de la mar.
En el acolchado suave de las olas ve alejarse el pecho ancho y velludo donde estuvo confinada tanto tiempo, esa manta áspera, sudorosa y acre que por momentos colmaba su horizonte y ya no son las manos la que traen el olor de peces muertos sino que son ellos los que le hacen un cortejo vivo, iridiscente y multicolor.
Marina navega entre las ciudades mÃticas. Es la Atlántida entretejida de algas y seres que un dÃa fueron como ella, grises, apagados y tristes, esperanzados, y se pregunta cuándo se soltarán sus amarras para que la acompañen, cuándo podrán sentir la brisa húmeda y suave de las aguas filtrarse por su cuello con un gorgoteo quedo y constante como el motor lejano de una barcaza.
Ya no tiene sus manos heridas por espinas y filosas cuchillas, sino unas aletas como de seda china que la mecen como en una cuna y si quiere se aleja y si quiere se hunde y si quiere desaparece con un coletazo, un látigo firme y eficaz que puede poner distancia entre esa boca llena de huecos y pescado asado que le babea las mejillas y el bosque de musgo y rocas pardas, lustrosas.
Cuatro y cincuenta, el mundo se asienta con estruendo sobre el lodo.
Marina es una sirena y sus cabellos enredados de pastos y peces, abre inútilmente su boca agitando sus aletas de seda.
Marina ya no puede ver su lecho de algas porque una pared la rodea como aquellos brazos rústicos que la apretaban en sus sueños. Ya no flamean suavemente sus agallas porque un aire terroso lastima su corazón y con un esfuerzo de reptil se arrastra dejando una huella roja sobre lo que soñó que era una mar serena y encuentra el borde del mundo que se balancea en un ángulo imposible.
Es otro sueño, se dice, porque ni en el mar ni en la mÃtica Atlántida ha visto los pedazos de hierro gruesos como sus brazos, retorcidos como estatuas. Es un universo boca arriba que se acomoda con cada crujido un poco más de lado, un poco más de lado, un poco más de lado.
Entonces Marina es una barca. Sueña que es una barca. Una barca pintada de azul y verde donde alguien delineó con mano trémula su propio nombre. Ya no se cuentan las horas porque la barca navega pero Marina no ve que navega entre el balcón y el cielo.
Para las Marinas de Chile y todas las Marinas de Jujuy.
4 de marzo de 2010.
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