En tiempos antiguos,
el condenado a muerte
perdonaba
(poco antes de morir),
al verdugo
que debía ejecutarlo.
Desde entonces
la cosa ha ido cambiando:
algunos guillotinados
ciertos electrocutados,
y muchos fusilados,
dirigieron palabras persuasivas
a los ultimadores.
Los instaban a rebelarse,
Les pedían que analizaran
críticamente,
tareas
tan poco productivas…
En nuestros días,
el análisis ha sido hecho,
habiéndose concluido que ya
no es posible perdonar
y que tampoco hay tiempo
para dar consejos.
Los verdugos deben ser
y serán
sumariamente ejecutados.
Andrés Fidalgo. Escritos casi póstumos de dos autores vinculados con la literatura en Jujuy: Francisco Maceiras y Andrés Fidalgo.